El matrimonio fue inventado por Dios como la expresión máxima de la relación entre un hombre y una mujer, pero para que la relación matrimonial pueda funcionar correctamente es necesario entender el diseño de Dios al dar funciones específicas y diferentes al hombre y la mujer.
La definición bíblica del matrimonio es la siguiente: la unión diseñada por Dios entre un hombre y una mujer, independientes el uno del otro, que deberán convertirse en uno, en alma y cuerpo.
Dos seres humanos con aspiraciones diferentes, problemas diferentes, prioridades diferentes. Sin embargo deberán convertirse en una sola carne, lo cual requiere humildad.
Dios estableció el rol del hombre en el matrimonio; liderazgo con humildad, no tiranía. El rol de la mujer: receptividad y sensibilidad, nunca arrogancia.
Cuando la mujer se convierte en arrogante, se hace responsable de la maldición que se encuentra en Génesis 3:16 “tu deseo será para tu marido”. Esta maldición no se refiere a sexualidad sino al deseo de la mujer de tener autoridad sobre el esposo.
Para poder ablandar dos almas y conjugarlas en una sola, de acuerdo con el propósito divino, se necesita poseer los dotes de humildad, sensibilidad, gentileza y madurez espiritual. Lo espiritual es el factor más importante en esta conjugación de almas, razón por la cual se hace necesario tener similitud de fe y pensamiento a fin de que puedan convertirse en uno, espiritual y físicamente.
¿Cómo podemos poseer estos dotes? Para ello necesitamos tener una relación espiritual con Dios, ya que no se puede poseer humildad, sensibilidad, prioridades correctas y gentileza sin tener una vida espiritual. Es el crecimiento espiritual el que produce esos dones necesarios para la buena relación matrimonial. Es por ello que la similitud de fe y la similitud espiritual son de mayor importancia.
Esta es la razón por la cual un creyente en Cristo Jesús nunca deberá casarse con una persona que no tiene su misma fe, porque lo espiritual es lo más esencial. Tampoco podrán casarse si tienen intereses diferentes en cuanto al crecer en la gracia y conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. En ambos casos, los principios, normas y mandatos establecidos por Dios no tienen valor alguno, y por lo tanto no son creídos ni aplicados en los aspectos de la vida diaria.
El primer matrimonio del mundo fue el de Adán y Eva. Al celebrar el matrimonio de ellos, Dios estableció precedente, estableció la estructura organizacional y fronteras, no sólo para el matrimonio que vivía en un ambiente perfecto en el jardín del Edén sino para todos los matrimonios del mundo. Esta es la razón por la cual en la Palabra de Dios, Santa Biblia, se ha registrado todo lo que sucedió en este primer matrimonio en los tres primeros capítulos del libro de Génesis.
En la relación matrimonial entre un hombre y una mujer, la autoridad se le ha dado al hombre y la subordinación a la mujer. Pero este término ha sido abusado por el hombre. Esto no significa machismo, ultrajes, abusos a la mujer, etc. Esto significa amar, cuidar, proveer, atender, acompañar, intimidad, placer sexual, gentileza, protección.
Para que esto pueda funcionar ambos deben tener madurez espiritual, primordial fe en el Señor Jesucristo.
Madurez espiritual es fe absoluta en la Palabra de Dios, cumplimiento de los mandatos, valores y principios de Dios y el conocimiento y aplicación de los absolutos contenidos en la Palabra de Dios a la vida diaria.
En el matrimonio, una relación exclusiva de dos personas, hombre y mujer, Dios proveyó una contraparte exclusiva para la humanidad, para compañía, intimidad, afinidad, placer sexual. Dos seres creados en igualdad de alma y esencia, siendo la única diferencia el rol y función que Dios estableció para cada uno.
Todos los planes de Dios para el hombre, incluyendo la relación matrimonial, son para resolver la apelación que Satanás hizo en el conflicto angélico y como la actualización de una necesidad humana. En un acto de gracia y amor, Dios proveyó la necesidad de su criatura.
Dios creó el matrimonio para creyentes en Cristo Jesús y para los que no creen en Cristo Jesús, pero para el creyente el matrimonio conlleva un propósito espiritual, ser testigo en el conflicto angélico. Todas las tardes Dios llegaba al jardín del Edén a platicar con Adán, cara a cara, en esas pláticas Dios le enseñaba a Adán todo lo que éste necesitaba saber.
Adán entendió que su relación con Dios y su vida espiritual tenía que tener prioridad número uno en su vida. Entendió que su cuerpo poseía alma y espíritu. Entendió lo que significaba poseer humildad, sensibilidad y gentileza para la relación con su pareja. Comprendió que para que todo le fuera bien en su vida necesitaba seguir los mandatos de Dios; Dios era el centro de la vida de Adán, y Dios deberá ser el centro de nuestras vidas. La vida espiritual primero y lo demás después.
- Halima