Cómo resolver conflictos



Sólo en el cementerio no hay conflicto, pero tampoco hay vida. Tanto en la relación entre hermanos de la iglesia como colegas de trabajo o en una pareja es imposible la ausencia de conflictos. Un conflicto puede separarnos de una persona si no es resuelto debidamente. Al resolver un conflicto solemos acercarnos más a la otra persona y también a Dios (1 Juan 4.12). He aquí una lista de sugerencias de cómo resolver conflictos:
1.     Controle su ira. Al admitir que la ira es parte de la vida humana, necesitamos aprender cómo controlar esa destructora de buenas amistades.
Hay tres opciones en cuanto a la ira:
(a) La expresamos: Al expresar nuestra ira gritamos o hacemos cosas que podrían empeorar nuestra relación.

(b)    La internalizamos.
 Esta opción suele causar enfermedades como úlceras u otras enfermedades del sistema nervioso y debe ser evitada.
(c)    La confesamos. Esta es la mejor de las tres opciones, por no causar daños ni al interlocutor ni a uno mismo, y por ser congruente con Santiago 5.16.
2.    Escuche con la boca cerrada. Muchas veces interrumpimos o no permitimos que nos expliquen su punto de vista. Es imposible resolver cualquier conflicto si no somos justos con la otra persona y la escuchamos. Ya que el 7% de nuestra comunicación son palabras y el 37% es lenguaje físico, 56% es al tono de voz que debemos estar atentos. “Al que responde palabra antes de oír, le es fatuidad y oprobio” (Proverbios 18.13).
3. Escuche con la mente abierta. Para poder resolver un conflicto no se puede acercar a la otra persona decidido a no ceder nada. Lo importante es considerar que siempre hay dos lados en todos los conflictos. Hay que considerar ambas posiciones para poder llegar a una conclusión satisfactoria.
4. ¡Cuidado con lo que dice! Durante un altercado se dicen cosas que suelen herir profundamente a ambas personas. Esas cosas, una vez dichas, ya no puede borrarlas. Las palabras hieren tanto o más que golpes. En un momento de furia Satanás interfiere y decimos cosas que ojalá no las hubiéramos expresado nunca.
5. Esté listo para pedir disculpas. Siempre es difícil admitir un error. Pero con la ayuda de Dios nos elevamos más allá del problema y hacemos lo que sea necesario, lo cual al hacerlo tenemos que echar a un lado nuestro orgullo personal. “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo” (Pedro 5.6).
6. Esté listo para perdonar. No existen buenas relaciones de amistad sin el perdón. Una vez que reconocemos nuestras limitaciones como seres humanos, sabemos que un día perdonamos, otro día somos perdonados. Cualquier matrimonio puede ser duradero si ambos cónyuges están dispuestos a perdonarse siempre que sea necesario.
El perdón debe ser como una nota promisoria, pero que sea rasgada, quemada, y la ceniza enterrada, para que jamás sea cobrada. Los conflictos son inevitables donde hay relación de amistad entre seres humanos. Al resolver esos problemas crecemos en nuestra fe y en nuestras relaciones interpersonales.