Cómo enseñar la los hijos a manejar el enojo
por Pr. Carlos Escobar
Por lo general los niños están dispuestos a perdonar nuestros fracasos en el manejo de nuestro propio enojo si estamos dispuestos a confesarlos como tales: –Hijo, siento mucho haberme encolerizado así hoy por la tarde. No controlé muy bien mi enojo, la manera en que te hablé no fue afectuosa y algunas cosas que dije no son realmente lo que siento. Quiero que sepas que yo reconozco que me equivoqué y le he pedido a Dios que me perdone; y quiero pedirte perdón a ti también.
Empezaré afirmando que todos los niños experimentarán enojo, es decir, no tenemos que enseñarles a enojarse. Nuestra tarea consiste en enseñarles a manejar su enojo. Debido a la naturaleza de la relación entre padres e hijos, los padres son las personas más influyentes en el desarrollo del patrón de manejo del enojo en un niño. Esto debe animarnos, porque nos da una oportunidad de transmitirle a nuestros hijos habilidades para el manejo positivo del enojo. Por otra parte, esta puede ser una realidad estremecedora porque, si fallamos en esta área, nuestros hijos tendrán ciertas desventajas al entrar a su vida adulta.
Al hablar con padres, la mayoría de ellos está ansiosa de aprender a ayudar a sus hijos en esta importante área de su desarrollo. A continuación les presentaré los principios que he enseñado también a muchos padres en la oficina de consejería y en talleres de paternidad. Son fáciles de entender pero no necesariamente fáciles de aplicar. Llevar estos principios a la práctica requerirá no solamente su mejor nivel de atención, sino también la ayuda del Espíritu Santo. La buena noticia es que cuando estamos procurando seguir principios bíblicos, la ayuda del Espíritu siempre está a nuestra disposición.
El fundamento del amor
Permítame empezar con lo que creo que es fundamental: Enfóquese en satisfacer la necesidad que tiene su hijo de recibir amor emotivo. ¿Por qué estoy trayendo a consideración el tema del amor cuando estamos hablando acerca del enojo? Porque el amor es el fundamento para relaciones sanas entre padres e hijos. Si el hijo no se siente amado por sus padres, no solamente experimentará mayor enojo, sino que todos los esfuerzos por parte de sus padres para enseñarle tienen mayor probabilidad de ser rechazados. En el libro Los cinco lenguajes del amor en los niños, el cual escribí junto con el psiquiatra Ross Campbell, hacemos énfasis en la importancia de suplir la necesidad de amor que tiene todo niño. Si el «tanque de amor emocional» del niño no se llena con el amor de sus padres, ese mismo tanque vacío se convertirá en una fuente de enojo. En lo profundo de su corazón todo niño se repite constantemente que los padres deben amar a sus hijos. Si el niño no siente ese amor, va a tener la sensación de estar siendo tratado injustamente, y esto dará lugar al enojo.
Los cinco lenguajes del amor, a) palabras de afirmación, b) calidad de tiempo juntos, c) regalos, d) actos de servicio, y e) contacto físico, deben ser usados frecuentemente con los niños. Todo niño tiene un lenguaje de amor primario que le comunica claramente que es amado. Como padres, la manera más efectiva como podemos amar a nuestros hijos es descubrir cuál es su lenguaje primario de amor y usarlo con mayor frecuencia e intensidad que los otros cuatro.
Recalco que tales expresiones de amor deben ser incondicionales. Muchos padres sin darse cuenta de ello, dan amor a sus hijos solamente cuando los niños están de buen ánimo o cuando los padres sienten ganas de hacerlo. Estos padres creen que si se abstienen de expresarles amor, sus hijos acabarán por obedecerles. Esto casi nunca sucede, y cuando es así, el niño casi siempre se está rebelando en su interior.
Los padres no tienen que estar contentos con la conducta del niño para poder darle un abrazo, una palmada suave en la espalda o para colocar un brazo de afirmación alrededor de sus hombros. Los padres pueden comentarle al hijo que jugó muy bien en el partido de la noche anterior, a pesar de que su cuarto sea un área de desastre. Un papá puede llevar a su hijo a comer afuera para pasar juntos un buen tiempo, aun cuando el hijo rompió la regla y el florero al haberse puesto a jugar baloncesto en la sala. Una madre puede darle a su hija un vestido nuevo como regalo aunque la hija no haya completado su tarea. Muchos padres se preguntarán si acaso esto no hará que sus hijos se vuelvan irresponsables. La respuesta es que esta clase de amor también enseña responsabilidad.
Cuando el hijo percibe que usted lo ama y que ese amor no se basa en su conducta, es mucho más probable que responda positivamente a sus solicitudes o mandatos, y que lo haga sin rebelarse.
Cuando usted ama a sus hijos incondicionalmente y mantiene lleno el tanque de amor, ya ha quitado una de las principales y mayores fuentes de enojo en niños y adolescentes.
El mensaje que nuestros niños necesitan escuchar y sentir es: «Yo te amo sin importar lo que hagas. No siempre me gusta o estoy de acuerdo con lo que haces, pero siempre te amaré.» Los niños que sienten la seguridad del amor paterno tienen mucha mayor probabilidad de tomar decisiones correctas y sabias en la vida; y cuando toman malas decisiones, tienen mucha más probabilidad de aprender de sus propios errores y corregir su conducta en el futuro. No hay nada más fundamental cuando se le enseña a un niño a manejar su enojo que darle a ese niño amor incondicional. Destaco que la necesidad de amor que tiene un niño es continua. El amor es como la comida: no puede guardarse en un depósito sino que debe ser expresado diariamente. El tanque de amor de nuestros hijos no se puede llenar y después nos vamos de vacaciones, porque se vacía rápidamente tal como ocurre con el estómago. El padre sabio descubrirá el lenguaje primario de amor de su hijo y le dará fuertes dosis todos los días, salpicándole también con cierta regularidad los otros cuatro.
Con este fundamento colocado en su lugar, creo que existen tres métodos básicos por medio de los cuales enseñamos a nuestros hijos la manera de manejar positivamente su enojo. Quiero discutirlos según el orden de importancia que creo que tienen, pero también quiero recalcar que todos estos métodos son importantes y ninguno puede ser omitido. Creo que prestando buena atención a estos métodos, cualquier padre puede enseñarle a sus hijos un manejo adecuado y positivo del enojo.
Cómo ser un modelo
Con frecuencia los adultos no piensan conscientemente en su propio manejo del enojo hasta que observan la respuesta de sus hijos al enojo. Muchas veces los hijos reflejan como en un espejo lo que han aprendido de sus padres. Los hijos responden al enojo de manera muy similar a como lo haría el padre cuya personalidad se parece más a la de ellos.
Afortunadamente, los adultos pueden aprender a cambiar patrones destructivos y establecer modelos nuevos y más saludables para procesar su enojo.
La mayoría de los hijos responderán positivamente cuando son conscientes de que sus padres han reconocido que su método de manejar el enojo debe ser mejorado. Cuando ven que están ocurriendo cambios reales en sus padres, su sentido de seguridad aumenta y estos cambios empezarán a tener un efecto positivo sobre su propia manera de manejar el enojo.
Cómo proveer orientación
Los padres que toman seriamente la responsabilidad de enseñarles a sus hijos a procesar positivamente el enojo pueden ayudar de una segunda manera: tomando la decisión de ejercer un papel activo en la orientación de los hijos cuando pasan por sus propios episodios de enojo. El padre reconoce que no se puede esperar que un hijo suyo maneje el enojo de una forma madura hasta que se le haya enseñado a hacerlo. Así como se le debe enseñar a un niño a lavar platos, tender una cama y montar en bicicleta, también hay que enseñarle a manejar el enojo. Esto implica aceptar el nivel actual de desarrollo en que se encuentra el niño, y ayudarle a dar pasos de crecimiento.
Un niño tiene únicamente dos formas básicas para expresar el enojo: verbalmente y por medio de su conducta. Cada una de estas formas puede ser positiva o negativa. En el área de la conducta, un niño puede expresar su enojo empujando, atropellando, golpeando, arrojando objetos, halando el cabello o chocando su propia cabeza contra la pared. Obviamente, estas son respuestas negativas al enojo en el área de la conducta. Por otra parte, salirse de la habitación, contar hasta cien en voz alta, o dar una caminata fuera de la casa, constituyen respuestas maduras al enojo a nivel del comportamiento, y le permiten al niño tranquilizarse y procesar el enojo de una manera constructiva.
Por el lado de las respuestas verbales, el niño puede gritar y vociferar con frases condenatorias, puede insultar o decir malas palabras, todas las cuales son maneras muy destructivas de expresar verbalmente el enojo. Por otra parte, el niño extremadamente maduro puede reconocer ante el padre que está enojado y solicitar una oportunidad para discutir todas las cosas que le molestan. Esta es una manera muy positiva de expresar verbalmente el enojo. La tarea del padre consiste en acoger al niño en cualquier nivel en que se encuentre y ayudarle a progresar hacia maneras más constructivas de procesar su enojo.
Algunos padres tienen dificultad para aceptar los límites e imperfecciones de un niño en su manera de manejar el enojo. Quieren que el niño sea maduro en sus expresiones de enojo y no están dispuestos a permitir que se den las diferentes fases de inmadurez. El padre que dice «¡Cállate! No me vas a hablar de esa manera. Nunca me vuelvas a levantar la voz, ¿entendido?» está esperando perfección de parte del niño y ésta no es una actitud realista. De hecho, ese padre o madre está esperando del niño un nivel de madurez que él mismo no ha alcanzado. Como me dijo una vez un joven: –Mis padres me gritan todo el tiempo diciéndome que no les grite a ellos.
Si su hijo le está gritando enojado, ¡preste atención! Haga preguntas con calma y deje que el enojo sea expresado. Si hace las preguntas suficientes y adecuadas prestando el máximo de atención, habrá más probabilidad de que el niño baje el volumen de su voz. Concéntrese en la razón por la cual su hijo está enojado, no en la manera como lo está expresando. Procure entender qué es lo que el niño cree que es injusto o erróneo. Tal vez no esté de acuerdo con su percepción de las cosas, pero el propósito aquí es escuchar todo lo que tiene que decir. Si el niño cree que ha sido ofendido, el enojo no desaparecerá hasta que él sienta que usted ha escuchado y entendido su queja. Usted es el padre y tiene la última palabra sobre lo que se hará, pero su hijo necesita sentir que usted piensa que sus sentimientos e ideas son importantes. No deje que el método que tiene el niño para transmitir su mensaje le impida a usted recibir el mensaje.
Después que ha tenido la «sesión de audiencia» con el niño enojado, más tarde esa noche o al día siguiente usted podría decir algo como: –Realmente aprecio que me hayas dado a conocer tu enojo con respecto a esa situación. Puede ser que no siempre estemos de acuerdo, pero quiero que sepas que yo siempre quiero entender cómo te estás sintiendo. No soy un padre perfecto y algunas veces no tomo las mejores decisiones. Pero realmente quiero hacer lo que sea mejor para ti. Espero que ambos podamos aprender a expresar nuestros sentimientos de una manera más calmada, pero sin importar cómo sean expresados, yo siempre quiero escuchar cómo te sientes y qué piensas.
Si el patrón que ha empleado es ponerse a discutir con su hijo, quizás puede romper el patrón si dice: —He estado pensando acerca de nosotros y me he dado cuenta de que no he sido muy bueno para escucharte. Por lo general cuando tienes fuertes sentimientos acerca de algo, yo también termino exasperándome. Realmente quiero ser una persona que escuche atentamente, y en el futuro voy a tratar de hacer más preguntas y procurar entender realmente cuáles son tus sentimientos, porque de verdad valoro tus ideas y tus sentimientos.
A medida que los padres vayan aprendiendo a escuchar mejor, sus hijos irán sintiendo que son más comprendidos. Puede ser que el niño siga sin estar de acuerdo con su decisión final, pero su hijo lo respetará porque usted lo ha tratado como una persona. Si escucha y hace preguntas tranquilamente, con el tiempo su hijo o su hija aprenderá a procesar su enojo en un tono de diálogo y conversación, y las competencias de gritos serán cosa del pasado.
Si su hijo está presentando algunas de las respuestas negativas al enojo en el ámbito de la conducta, tales como empujar, patalear, atropellar y lanzar objetos, enfóquese primero en el enojo y secundariamente en el comportamiento. Tal vez podría decirle: –Es obvio que estás muy enojado. Me gustaría escucharte decir qué es lo que te está molestando, pero no podemos hablar mientras estás alterado. ¿Te gustaría que saliéramos a caminar para que hablemos de eso?
Lo que usted está haciendo con esa manera de abordar la situación, es, por un lado, reconocer que el enojo que tiene el niño es importante y, por otro, expresar su deseo sincero de discutir las cuestiones que lo afectan, al mismo tiempo que reconoce de una manera afectuosa pero firme que usted no puede hablar hasta que se ponga fin a la conducta destructiva.
Muchas veces el enojo del padre es estimulado por la conducta del niño, y el padre reacciona contra el niño de una manera igualmente destructiva. Finalmente ambos se sentirán mal con respecto a su conducta pero sin hacer nada para resolver el asunto que provocó originalmente el enojo del niño. Obviamente, el padre y el niño tienen mucho que aprender acerca del manejo apropiado del enojo. No pretendo crear la impresión de que es fácil hacer lo que estoy sugiriendo. A los padres que nunca han aprendido a controlar su propio enojo les resulta difícil imaginarse a sí mismos adoptando el procedimiento que estoy sugiriendo. Pero tengan esto en cuenta:
• El niño es inmaduro en virtud de ser un niño. Todavía está en un proceso de crecimiento, de modo que su manejo del enojo todavía no ha madurado.
• Los padres son mayores que el niño y por lo menos han tenido tiempo para desarrollar madurez. Si no hemos desarrollado una respuesta madura al enojo, al menos admitamos que ese es problema nuestro y no de nuestros hijos.
Cuando los padres aprendamos a manejar nuestro propio enojo de una manera más saludable, estaremos en una mejor posición para guiar a nuestros hijos en el procesamiento de su enojo. Los niños necesitan desesperadamente nuestra orientación como padres.
Un hijo enojado necesita ser escuchado, porque en su mente los padres le han tratado injustamente, le han hecho pasar vergüenza, le han decepcionado, o le han ofendido de alguna manera. Si los padres no escuchan las quejas del niño y no procuran entender por qué el niño se siente así, el enojo del niño será interiorizado y se manifestará más adelante en su conducta. Los psicólogos le dicen a esto conducta pasivo-agresiva. El niño es pasivo exteriormente, pero en su interior el enojo está creciendo y tarde o temprano se expresará en conductas agresivas tales como mal rendimiento académico, experimentación con drogas, actividad sexual, «olvidarse» de hacer la tarea, o algún otro comportamiento que el hijo sabe que disgustará a los padres. Si los padres entendieran el extremo peligro que implica la conducta pasivo-agresiva, harían todos los esfuerzos posibles para prestarle atención a sus hijos cuando están enojados, para escuchar cuidadosamente los asuntos en cuestión, para procurar entenderlos y encontrar una resolución.
Esto no significa que el padre siempre deba hacer lo que el niño está pidiendo. El enojo del niño se encuentra muchas veces distorsionado. Se fundamenta en una ofensa percibida como tal que no es una ofensa definida. Una explicación por parte del padre puede traer como resultado la resolución del asunto. Lo importante es que el niño sienta que usted está auténticamente interesado en resolver el asunto, y que su acción refleje su amor genuino hacia él.
Cada experiencia de enojo le suministra al padre una oportunidad para guiar al niño a superar el episodio de enojo, tratar los asuntos problemáticos y encontrar una resolución. Cada vez que esto se hace, el niño va madurando más en la forma de expresar verbalmente su enojo. Cada vez el niño tiene menos necesidad de gritar y patalear porque los padres le están prestando toda su atención y está seguro de que está siendo escuchado. Tal orientación paterna constituye una manera extremadamente efectiva para enseñar a los niños a manejar el enojo con responsabilidad.
Cómo impartir instrucción
La mayoría de los padres quieren empezar dando instrucciones. Quizá comienzan: –Déjame decirte algunas cosas que debes saber.
No hay duda de que la mayoría de los padres sabe muchas cosas que los niños deben aprender, y la instrucción puede ser un método efectivo para transmitirlas. Se debe impartir instrucción. Pero asegúrese de que ya se ha establecido el fundamento del amor, porque ese amor incondicional constituye un ingrediente esencial para un suelo fértil donde pueda crecer el corazón de un niño. Si el corazón del niño no ha sido cultivado y regado con amor incondicional, modelos positivos, y la orientación amorosa por parte de sus padres, no es muy probable que germine y crezca la semilla de la instrucción. Sin embargo, si estos elementos se encuentran en su lugar y el corazón del niño ha sido cultivado, entonces la instrucción constituye un método excelente para enseñarle la forma de manejar el enojo.
Existen muchos métodos y herramientas que los padres pueden emplear para impartir instrucción verbal a los niños sobre cuestiones relacionadas con el enojo. Dependiendo de la edad del niño, las siguientes formas son efectivas para ayudarle a un niño a entender y procesar constructivamente el enojo.
Para el niño pequeño, leer y comentar historias bíblicas que tratan el tema del enojo suministra un formato interesante para instruir a los niños. Historias tales como las de Caín y Abel, José y sus once hermanos, Jonás y su enojo hacia Dios, Jesús y su enojo hacia los cambistas en el templo, todas estas historias proveen ideas claves para entender el enojo. También al leer la sabiduría que se encuentra en el libro de Proverbios se obtiene instrucción por excelencia sobre la manera de manejar el enojo. Muchos de los proverbios se aplican práctica y específicamente al manejo del enojo.
Memorizar versículos claves de la Biblia es un método excelente para instruir a los niños. Considere los siguientes versículos, todos del libro de los Proverbios de Salomón: «El necio da rienda suelta a toda su ira, mas el sabio al fin la sosiega. El hombre iracundo levanta contiendas, y el furioso muchas veces peca.»
«El que fácilmente se enoja hará locuras. El que tarda en airarse es grande de entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad.» (Pr 29.11, 22; 14.17, 29)
Escribir estos versículos en tarjetas y memorizarlos con sus hijos equivale a plantar semillas de sabiduría en la mente de ellos y en la suya también. Otro versículo muy importante que sus hijos deben memorizar es Efesios 4.26–27: «Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo.»
Para niños mayores, leer y discutir podría ser una forma excelente de impartir instrucción sobre la manera de entender y procesar el enojo. Alentar al niño para que escriba un breve ensayo sobre el tema del enojo es otra forma de que se instruya al respecto. Para esa investigación, además de leer libros sobre el tema y quizás buscar información en el Internet, también podrían realizar entrevistas a padres y abuelos a fin de obtener ideas sobre la fuente del enojo y cómo procesarlo constructivamente. Este podría ser un proyecto emocionante para niño o adolescente.
Las conversaciones informales también constituyen una forma excelente para que un padre instruya al niño con relación al manejo de su enojo. Para el niño de más edad, una conversación abierta en la que se le permita hacer preguntas y comentarios, podría servir como punto de partida no solamente para hablar acerca del enojo como tópico generalizado, sino también para discutir la manera como han procesado el enojo en el pasado y qué cambios positivos podrían hacerse para el futuro. En esas conversaciones familiares, los padres podrían contarle al hijo sus propias luchas con el enojo cuando eran niños y también ahora como adultos y como pareja. Tal apertura por parte de los padres crea una atmósfera en la que el niño o adolescente puede expresar sus propias luchas y hacer preguntas.
Esas conversaciones pueden iniciarse fácilmente al hablar con el niño algo que usted leyó recientemente. Por ejemplo: –El otro día estaba leyendo un artículo sobre el enojo. Decía que muchos padres no se dan cuenta de las muchas veces que se exasperan con sus hijos y les dicen cosas que realmente los lastiman; y para colmo de males, el padre nunca recuerda lo que dijo. Me estaba preguntando si eso me habría podido suceder a mí alguna vez.
–Bueno, mamá, ya que lo mencionas...
Cuando la conversación se enfoca hacia el enojo del padre en lugar del enojo del niño, es más fácil que el niño responda positivamente y revele la percepción que tiene de usted y la manera como maneja su enojo. Estas conversaciones pueden ser considerablemente instructivas para un niño y también pueden resultar muy benéficas para los padres.
Al enseñar a nuestro hijo, es importante que no demos la impresión de que tenemos la respuesta definitiva a todas las cosas relacionadas con el enojo. El niño sabe que no es así después de haber vivido con usted varios años. Es mucho mejor ser franco y reconocer que todavía está en ese mismo proceso, que tiene el deseo de mejorar en el manejo de su enojo y que al mismo tiempo quiere entender las inquietudes del niño cuando está enojado. El niño por lo general está dispuesto a ser más abierto con sus padres mientras ellos no asuman una actitud de sabelotodos.
Por lo general los niños están dispuestos a perdonar nuestros fracasos en el manejo de nuestro propio enojo si estamos dispuestos a confesarlos como tales: –Hijo, siento mucho haberme encolerizado así hoy por la tarde. No controlé muy bien mi enojo, la manera en que te hablé no fue afectuosa y algunas cosas que dije no son realmente lo que siento. Quiero que sepas que yo reconozco que me equivoqué y le he pedido a Dios que me perdone; y quiero pedirte perdón a ti también.
Una confesión así, honesta, contribuirá mucho para crear una actitud de respeto en el corazón del niño. Los niños ya saben que lo que hicimos estuvo mal. Si no lo confesamos, disminuye su respeto hacia nosotros. Cuando confesamos, el respeto es restaurado. Al manejar responsablemente nuestras fallas, no solamente estamos enseñando a los niños qué es lo correcto y lo erróneo con respecto al enojo; también les estamos enseñando a confesar sus fallas cuando ellos no manejan bien su propio enojo.
Un modelo paterno positivo, orientación y guía paterna amorosa, e instrucción no condenatoria, constituyen, en mi opinión, las maneras más efectivas y potentes de enseñar a los hijos un manejo positivo del enojo.
Tomado y adaptado del libro La otra cara del amor, Ed. Portavoz 2000. Usado con permiso.
El autor dirige seminarios sobre vida matrimonial en su país de origen y es anfitrión del programa radial llamado «Un matrimonio en crecimiento».
Es consejero matrimonial. Él y su esposa Karolyn tienen dos hijos ya adultos.
ESTUDIOS BIBLICOS SOBRE COMO TENER UNA FAMILIA EJEMPLAR, MATRIMONIOS, HIJOS,PAREJAS,
jueves, 16 de julio de 2009
miércoles, 15 de julio de 2009
CONSEJO FAMILIAR
Amando con sabiduría
En esta oportunidad quisiera escribir a mis amados hermanos maridos. El camino que hemos tomado, de servir al Señor a través del matrimonio, presenta a veces ciertas dificultades. Pablo lo advierte cuando declara: “Los tales tendrán aflicción de la carne y yo os la quisiera evitar” (1Co.7:28). También dice: “Pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer” (1Co.7:33). Bien sabía Pablo que muchas de las cosas que se viven en el matrimonio no tiene mucho que ver con la espiritualidad de los creyentes. A decir verdad, mucho de lo que se vive en el matrimonio más bien tiene que ver con nuestras imperfecciones, con nuestra humanidad. Para ser justos, la vida matrimonial está llena de gratos y preciosos momentos cerca de Dios; pero también está rodeada de mucha de nuestra carnalidad. Es allí donde se manifiesta lo que en verdad somos.
Como decía un hermano: “Cuando yo era soltero era perfecto y espiritual, mas cuando me casé me di cuenta de que era imperfecto y carnal.” De modo que el matrimonio se constituye en el mejor instrumento de Dios para mostrarme lo débil que soy y lo mucho que tengo que crecer.
El reflejo de lo que tú eres
Cultivar la relación matrimonial es de suma importancia, ¿Quién mejor que tu esposa puede decir quién eres realmente? La esposa es el reflejo de lo que tú eres en realidad, pues la mujer es gloria del varón (1Co.11:7). Con respecto a esto, una cualidad interesante de los manuscritos originales es que en el griego clásico la palabra gloria (doxa) significa “opinión”. Pero, en el griego “koiné” (1) del Nuevo Testamento significa “gloria”. De manera que, si fuese griego clásico, tendríamos que traducir “la mujer es la opinión del varón”. ¿Quieres conocer al varón? Mira a su mujer.
Así pues, un hermano puede sacar mucho provecho de la relación matrimonial, para, con la ayuda de su esposa, caminar hacia la madurez y, abastecido de la gracia, desarrollar y manifestar lo de Cristo. Sin embargo, otros pueden errar, y sumirse en la desesperación y el fracaso, mientras encuentran en su mujer crítica y oposición. De aquí surgen algunos malos comportamientos y excesos carnales en contra de sus esposas, y, por ende, en contra de sí mismos, puesto que “el que ama a su mujer a sí mismo se ama” (Ef.5:28).
El enseñoramiento con que algunos hermanos tratan a sus mujeres es una conducta fuera de la gracia, que sólo recuerda la tragedia del pecado (Gn.3:16). Me he dado cuenta que, en muchos casos, el autoritarismo funciona como un mecanismo defensivo frente a las amenazas; vale decir que, la autoridad impositiva que muestran algunos hermanos respecto de sus esposas (que llega en algunos casos a anularlas), tiene en gran parte que ver con la poca capacidad para reconocer sus propios defectos, porque la esposa pasa a ser el espejo del marido. Por tanto, “empañarlo” se convierte en la mejor manera de defenderse y no ver las imperfecciones. Para esto, nada mejor que tomar como apoyo algunos versículos que sustenten tal posición y le den un barniz espiritual. Hermanos, esto no es Reino de Dios y es verdaderamente carnal.
Amor y delicadeza
Quisiera recordar, muy somera-mente, algunos pasajes de las escrituras para refrescar nuestra memoria. “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amo a su iglesia, y se entrego a sí mismo por ella ...” (Ef.5:25).
Todos sabemos cómo amó y ama Cristo a su iglesia. No podemos hacer vista gorda a la evidencia de su amor ¡Qué ternura, qué compasión, qué trato más dulce, qué tolerancia, qué paciencia! ¡Cómo la sirve, cómo la atiende, cómo la cuida, cómo la sustenta! ¡Qué preocupación más grande la de Cristo por su iglesia! Si profundizásemos en el corazón del Hijo, sin lugar a dudas encontraríamos allí lugar especial y preferente por su amada. Así se nos llama a amar a nuestras mujeres. Es imposible explicar estos pasajes de otra forma. Esto no es romanticismo, esto es amor. De manera que los malos tratos, desatenciones y malas actitudes, no son los comportamientos que el Señor espera de nosotros. Noten cómo lo dice Pablo en Colosenses 3:19: “Maridos amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas.”
¿No se refiere a la actitud, a la delicadeza con la cual hay que tratar a las hermanas? Sin embargo, ¿qué hacen muchos? Ofenden, ridiculizan en público, hacen callar a sus esposas como si fuese una hija mal criada. Hermanos, esto está muy mal. Así no amó Cristo a su iglesia. Es cierto que algunos tienen esposas difíciles de carácter, pero nada justifica el mal trato y el desamor.
Conociendo la naturaleza femenina
Ahora quiero recordarles lo que dice Pedro. (1Ped.3:7): “Maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso mas frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida...”
La palabra nos llama a la sabiduría y para esto necesitamos conocer la naturaleza femenina. Todo marido requiere hacer el esfuerzo de comprender lo que es ser mujer. En esa búsqueda comprenderá la sensibilidad de lo femenino y sólo así podrá relacionarse con su esposa amorosamente. Por ejemplo, toda mujer pasa por un estado emocional más sensible en cierto período del mes, que los varones deben saber sobrellevar, puesto que son aspectos fisiológicos y hormonales los que la predisponen hacia esta situación. Por lo tanto, el mayor esfuerzo debe ser hecho por parte del marido, quien, como Cristo con su iglesia, ha de acogerla con amor. El mandamiento de andar sabiamente, apela a nuestra voluntad para hacer las cosas, no a nuestra mente o nuestros sentimientos. Su acento está en lo que quiero o no quiero hacer.
Seguro es que Pedro conocía a su esposa, por lo que, inspirado por el Espíritu Santo, nos ilustra con un símil: Lo femenino y un vaso frágil. La mujer es delicada como un vaso fácil de quebrar, por lo tanto, debe estar en un lugar de honor preferencial.
Luego, nos exhorta a considerarlas como a coherederas de la gracia de la vida. Aquí el apóstol levanta a la mujer al sitial de donde nunca debió caer. Sabemos de lugares y culturas donde la mujer es un objeto más de la casa, pero mire lo que nos dice el Señor: ellas participan de la misma herencia de la gracia de la vida, lo cual implica, en la práctica, el considerarlas con las mismas prerrogativas nuestras y tenerlas presente en todo momento.
Por último, Pedro cierra su pequeño discurso a los maridos con un broche de oro, “Para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (Ped.3:7). ¿Quiere decir que nuestro trato con nuestras esposas tienen un efecto espiritual en nuestra comunión con Dios? Sí; pues el siguiente versículo indica: “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal” (1Ped.3:12).
Tiempo para recomenzar
En consecuencia, podemos decir que quien trata mal a su esposa tiene problemas con Dios. Es decir, tiene de alguna manera un problema espiritual, puesto que somos el reflejo de la relación de Cristo y su Iglesia.
Esto les aconteció a los varones de Israel cuando se presentaron al altar del Señor para dejar sus ofrendas. Dios no se las recibió y les reprochó de la siguiente manera: “...Así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano. Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado contra ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto.”
¿Se dan cuenta, hermanos, de lo importante que son para Dios nuestras esposas, y de los alcances que puede llegar a tener una buena relación de esposos? Manos a la obra, entonces, pues tenemos mucho tiempo por delante. Nunca es tarde para recomenzar y reparar los errores.“El que halla esposa halla el bien y alcanza la benevolencia de Jehová” (Pr.18:22). Amemos a nuestras mujeres y andemos sabiamente con ellas, como fieles representantes de Cristo y su iglesia. Amén.
En esta oportunidad quisiera escribir a mis amados hermanos maridos. El camino que hemos tomado, de servir al Señor a través del matrimonio, presenta a veces ciertas dificultades. Pablo lo advierte cuando declara: “Los tales tendrán aflicción de la carne y yo os la quisiera evitar” (1Co.7:28). También dice: “Pero el casado tiene cuidado de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer” (1Co.7:33). Bien sabía Pablo que muchas de las cosas que se viven en el matrimonio no tiene mucho que ver con la espiritualidad de los creyentes. A decir verdad, mucho de lo que se vive en el matrimonio más bien tiene que ver con nuestras imperfecciones, con nuestra humanidad. Para ser justos, la vida matrimonial está llena de gratos y preciosos momentos cerca de Dios; pero también está rodeada de mucha de nuestra carnalidad. Es allí donde se manifiesta lo que en verdad somos.
Como decía un hermano: “Cuando yo era soltero era perfecto y espiritual, mas cuando me casé me di cuenta de que era imperfecto y carnal.” De modo que el matrimonio se constituye en el mejor instrumento de Dios para mostrarme lo débil que soy y lo mucho que tengo que crecer.
El reflejo de lo que tú eres
Cultivar la relación matrimonial es de suma importancia, ¿Quién mejor que tu esposa puede decir quién eres realmente? La esposa es el reflejo de lo que tú eres en realidad, pues la mujer es gloria del varón (1Co.11:7). Con respecto a esto, una cualidad interesante de los manuscritos originales es que en el griego clásico la palabra gloria (doxa) significa “opinión”. Pero, en el griego “koiné” (1) del Nuevo Testamento significa “gloria”. De manera que, si fuese griego clásico, tendríamos que traducir “la mujer es la opinión del varón”. ¿Quieres conocer al varón? Mira a su mujer.
Así pues, un hermano puede sacar mucho provecho de la relación matrimonial, para, con la ayuda de su esposa, caminar hacia la madurez y, abastecido de la gracia, desarrollar y manifestar lo de Cristo. Sin embargo, otros pueden errar, y sumirse en la desesperación y el fracaso, mientras encuentran en su mujer crítica y oposición. De aquí surgen algunos malos comportamientos y excesos carnales en contra de sus esposas, y, por ende, en contra de sí mismos, puesto que “el que ama a su mujer a sí mismo se ama” (Ef.5:28).
El enseñoramiento con que algunos hermanos tratan a sus mujeres es una conducta fuera de la gracia, que sólo recuerda la tragedia del pecado (Gn.3:16). Me he dado cuenta que, en muchos casos, el autoritarismo funciona como un mecanismo defensivo frente a las amenazas; vale decir que, la autoridad impositiva que muestran algunos hermanos respecto de sus esposas (que llega en algunos casos a anularlas), tiene en gran parte que ver con la poca capacidad para reconocer sus propios defectos, porque la esposa pasa a ser el espejo del marido. Por tanto, “empañarlo” se convierte en la mejor manera de defenderse y no ver las imperfecciones. Para esto, nada mejor que tomar como apoyo algunos versículos que sustenten tal posición y le den un barniz espiritual. Hermanos, esto no es Reino de Dios y es verdaderamente carnal.
Amor y delicadeza
Quisiera recordar, muy somera-mente, algunos pasajes de las escrituras para refrescar nuestra memoria. “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amo a su iglesia, y se entrego a sí mismo por ella ...” (Ef.5:25).
Todos sabemos cómo amó y ama Cristo a su iglesia. No podemos hacer vista gorda a la evidencia de su amor ¡Qué ternura, qué compasión, qué trato más dulce, qué tolerancia, qué paciencia! ¡Cómo la sirve, cómo la atiende, cómo la cuida, cómo la sustenta! ¡Qué preocupación más grande la de Cristo por su iglesia! Si profundizásemos en el corazón del Hijo, sin lugar a dudas encontraríamos allí lugar especial y preferente por su amada. Así se nos llama a amar a nuestras mujeres. Es imposible explicar estos pasajes de otra forma. Esto no es romanticismo, esto es amor. De manera que los malos tratos, desatenciones y malas actitudes, no son los comportamientos que el Señor espera de nosotros. Noten cómo lo dice Pablo en Colosenses 3:19: “Maridos amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas.”
¿No se refiere a la actitud, a la delicadeza con la cual hay que tratar a las hermanas? Sin embargo, ¿qué hacen muchos? Ofenden, ridiculizan en público, hacen callar a sus esposas como si fuese una hija mal criada. Hermanos, esto está muy mal. Así no amó Cristo a su iglesia. Es cierto que algunos tienen esposas difíciles de carácter, pero nada justifica el mal trato y el desamor.
Conociendo la naturaleza femenina
Ahora quiero recordarles lo que dice Pedro. (1Ped.3:7): “Maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso mas frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida...”
La palabra nos llama a la sabiduría y para esto necesitamos conocer la naturaleza femenina. Todo marido requiere hacer el esfuerzo de comprender lo que es ser mujer. En esa búsqueda comprenderá la sensibilidad de lo femenino y sólo así podrá relacionarse con su esposa amorosamente. Por ejemplo, toda mujer pasa por un estado emocional más sensible en cierto período del mes, que los varones deben saber sobrellevar, puesto que son aspectos fisiológicos y hormonales los que la predisponen hacia esta situación. Por lo tanto, el mayor esfuerzo debe ser hecho por parte del marido, quien, como Cristo con su iglesia, ha de acogerla con amor. El mandamiento de andar sabiamente, apela a nuestra voluntad para hacer las cosas, no a nuestra mente o nuestros sentimientos. Su acento está en lo que quiero o no quiero hacer.
Seguro es que Pedro conocía a su esposa, por lo que, inspirado por el Espíritu Santo, nos ilustra con un símil: Lo femenino y un vaso frágil. La mujer es delicada como un vaso fácil de quebrar, por lo tanto, debe estar en un lugar de honor preferencial.
Luego, nos exhorta a considerarlas como a coherederas de la gracia de la vida. Aquí el apóstol levanta a la mujer al sitial de donde nunca debió caer. Sabemos de lugares y culturas donde la mujer es un objeto más de la casa, pero mire lo que nos dice el Señor: ellas participan de la misma herencia de la gracia de la vida, lo cual implica, en la práctica, el considerarlas con las mismas prerrogativas nuestras y tenerlas presente en todo momento.
Por último, Pedro cierra su pequeño discurso a los maridos con un broche de oro, “Para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (Ped.3:7). ¿Quiere decir que nuestro trato con nuestras esposas tienen un efecto espiritual en nuestra comunión con Dios? Sí; pues el siguiente versículo indica: “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal” (1Ped.3:12).
Tiempo para recomenzar
En consecuencia, podemos decir que quien trata mal a su esposa tiene problemas con Dios. Es decir, tiene de alguna manera un problema espiritual, puesto que somos el reflejo de la relación de Cristo y su Iglesia.
Esto les aconteció a los varones de Israel cuando se presentaron al altar del Señor para dejar sus ofrendas. Dios no se las recibió y les reprochó de la siguiente manera: “...Así que no miraré más a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano. Mas diréis: ¿Por qué? Porque Jehová ha atestiguado contra ti y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto.”
¿Se dan cuenta, hermanos, de lo importante que son para Dios nuestras esposas, y de los alcances que puede llegar a tener una buena relación de esposos? Manos a la obra, entonces, pues tenemos mucho tiempo por delante. Nunca es tarde para recomenzar y reparar los errores.“El que halla esposa halla el bien y alcanza la benevolencia de Jehová” (Pr.18:22). Amemos a nuestras mujeres y andemos sabiamente con ellas, como fieles representantes de Cristo y su iglesia. Amén.
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